Modernización 1950 y 1980 en México
"Modernización en 1950 y 1980 en México"
Elaborado por Leydi Paola Sanchez Cortes
Impactos de la modernización, la migración del campo a la ciudad
En el primer periodo que me propongo comentar, el que va de los años cincuenta a mediados de los setenta del siglo XX, las ciencias sociales formularon diversas interpretaciones acerca de la realidad latinoamericana. Las principales fueron: a) las derivadas de las sociologías de la modernización; b) las teorías del desarrollo; c) las teorías de la dependencia; d) las propuestas por la CEPAL. En lo que sigue señalo algunos ejemplos de las ideas sustentadas por cada una de estas corrientes:
Un representante destacado de las sociologías de la modernización en América Latina lo fue Gino Germani. Sus propuestas se inspiraban tanto en las teorías estructural-funcionalistas acerca de la transición de las sociedades tradicionales a las industriales de masas, como en las críticas a los aspectos oscuros de la modernidad formulados por los autores de la Escuela de Frankfurt. Germani señalaba que América Latina era una región de grandes contrastes, ya que podían encontrarse zonas desarrolladas junto con otras que parecían vivir en la edad de piedra; sin embargo, los procesos de modernización, principalmente la urbanización y la secularización, eran notorios e incontenibles. Y se planteaban grandes problemas: por una parte, no todos los países estaban en las mismas condiciones para enfrentar la transición, pero además en la mayoría los sectores medios, que en otros contextos eran el principal motor de cambio, no habían asumido esa tarea histórica, y los sectores populares estaban luchando por acceder de manera espontánea, no institucional ni por medio de vías democráticas, a los espacios de decisión y participación que la sociedad intentaba restringirles. Germani y otros autores vinculados a su perspectiva1 tenían como referente a las sociedades industrializadas de Occidente y proponían, por lo tanto, un modelo de modernización que la asociaba al desarrollo económico y también a las formas democráticas. Se ocuparon de analizar los efectos de la secularización, la industrialización y la urbanización; los cambios que suponían en la estructura social y de poder en los países de la región; y destacaron las amenazas autoritarias y populistas que se cernían sobre la mayor parte de los países de América Latina (Germani, 1977 y 1985).
Los científicos sociales desarrollistas propusieron diferenciar el desarrollo, concebido como transformación estructural de las sociedades (lo que implicaba cambios en la economía, la estructura social, la política y la cultura), del mero crecimiento económico. Basadas en gran medida en las ideas de Walter Rostow, sus propuestas consideraban los determinantes endógeneos (industrialización) y exógenos (difusión de elementos culturales de los países desarrollados en los países subdesarrollados) del cambio, y si el impulso para el despegue (take off) provenía de la propia sociedad o del capital extranjero. Una muestra muy clara de las posiciones desarrollistas puede encontrarse en la revista Desarrollo económico, en donde muchos articulistas sostenían la importancia de las innovaciones y los cambios en las instituciones políticas, financieras y educativas para la modernización de América Latina. Los frenos y obstáculos al cambio estaban, para ellos, en la carencia de un cuerpo legal acorde con los objetivos del desarrollo, así como en la falta de un mercado de capitales. Lamentablemente, también se manejaban estereotipos culturales, tales como que los latinoamericanos eran ostentosos, inestables y flojos, mientras que los estadounidenses eran frugales, trabajadores y racionales.
Los teóricos que suscribieron el enfoque basado en la idea de que el principal problema de América Latina era su situación de dependencia con respecto a las potencias industrializadas sostenían que la prosperidad de las economías llamadas centrales se sustentaba en la expoliación de los países del llamado tercer mundo.2 Estos últimos, por su parte, no tenían la capacidad económica, de conocimientos, y sobre todo política, como para romper con el sometimiento. En palabras de André Günder Frank, el subdesarrollo de los países latinoamericanos fue originado por el mismo proceso histórico que generó el desarrollo económico del capitalismo en los países centrales. Pablo González Casanova, en su famoso libro La democracia en México, de 1965, señalaba dos cuestiones que enriquecieron notoriamente las formulaciones iniciales de la "Teoría de la Dependencia". Por una parte, planteó el problema de la desigualdad en la distribución de la riqueza, y por otra, analizó las limitaciones que la estructura del poder, concentrado en pocas manos, imponía a las posibilidades del desarrollo con equidad. Este autor fue pionero en remarcar que la modernización sólo sería posible con la democratización, y no sólo política sino también social, económica, educativa y cultural (González Casanova, 1983).
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de Naciones Unidas, ha generado desde su fundación y hasta la actualidad una visión específica de las condicionantes del desarrollo en la región. Bajo la conducción de Raúl Prebisch aunó algunas ideas keynesianas con una reelaboración neomarxista del proceso de desarrollo. Formulaciones típicas de la CEPAL, tales como la noción "centro-periferia"; deterioro de los medios de intercambio; desarrollo desigual y combinado; colonialismo interno y, sobre todo, su propuesta de la política de sustitución de importaciones, incidieron con gran fuerza en las políticas de los gobiernos latinoamericanos durante muchos años. Posteriormente, la CEPAL ha impulsado la "transformación productiva con equidad", con lo cual puso en el centro de la conceptualización acerca de la modernización en América Latina no sólo los problemas relacionados con la industrialización, sino el debate en torno al tema de la desigualdad social estructural en los países del continente.
En este periodo, que es quizás uno de los más productivos en cuanto a desarrollo conceptual de los que ha vivido la sociología en América Latina, podemos observar que los conceptos utilizados por los científicos sociales para caracterizar la situación de la mayoría de los países latinoamericanos fueron los de modernización, desarrollo y dependencia. Algunos investigadores tenían como referente a los procesos europeos o estadounidenses, y se abocaron a estudiar la viabilidad del cambio estructural en América Latina. Otros asociaron los procesos de modernización con las imposiciones del capital internacional y las clases dominantes nativas. No obstante, en la mayoría de los casos a la modernización se la concibe como un cúmulo de procesos en curso, principalmente el de la industrialización, y a la modernidad como una etapa a alcanzar, si acaso, en el futuro. Si algunos trabajos son relativamente optimistas, en la mayoría se resaltan las falencias, los obstáculos, y se visualiza la situación como de carencia, tanto de las condiciones materiales como de las "espirituales", para el logro de la meta propuesta.
Aunado a lo anterior, la situación institucional de las disciplinas también registró problemas: disminución del financiamiento a proyectos por parte de las agencias estatales; disminución de las matrículas en las universidades; y crisis teóricas diversas asociadas a la caducidad de las grandes narrativas propuestas por el estructural-funcionalismo y el marxismo. La reflexión por parte de los investigadores reflejó en cierta manera estas situaciones, pero a la vez la llamada "década perdida" para el desarrollo y la modernización de América Latina, debida a la crisis del modelo de desarrollo basado en la industrialización y la sustitución de importaciones, fue para ciertos autores también una "década perdida" en cuanto a la investigación sociológica, mientras que para otros constituyó para la disciplina sociológica una oportunidad de revisión crítica y, a la vez, de construcción de las bases para el desarrollo de nuevos enfoques, conceptos y temáticas. En México, por ejemplo, junto con la pérdida de influencia del marxismo académico se abrieron espacios para la discusión de otras corrientes teóricas, y se fundaron revistas especializadas que abrieron las posibilidades de debate a un rango más amplio de problemas (Girola y Zabludovsky, 1992).
El debate acerca de la modernidad, sus crisis y la posmodernidad se dio en América Latina, en sus inicios, como glosa y comentario de los textos de autores europeos como Habermas, Giddens, Marshall, Berman y Touraine, para citar sólo a unos cuantos.3 Sin embargo, la reflexión también se extendió en el ámbito latinoamericano como resultado de las propuestas generadas, entre otras instituciones, por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Por ejemplo, en un libro de 1988 diversos autores plantean las relaciones entre la modernización latinoamericana (trunca y corta, pero fuerte y brutal, a decir de Fernando Calderón), la modernidad como proyecto sociocultural y experiencia vital, y la posmodernidad, reconociendo las diferencias del desarrollo entre las metrópolis y sus formas locales (Calderón, 1988).
Ese texto es ilustrativo de las divergencias que los autores que en él participan tienen acerca de las características de la modernidad. Por una parte, plantean que la modernización latinoamericana es fallida o deficitaria. El "proyecto moderno" en América Latina cuenta con algunos elementos parecidos al "original" europeo, pero es distinto. A ello se suma que en la década de los ochenta el proyecto mismo de la modernidad estaba en crisis, lo cual genera reflexiones que dejan de lado la asociación entre modernización y desarrollo económico y otorgan prioridad a la democracia, a los movimientos sociales y a la dimensión cultural de los cambios en curso.
En cuanto al modelo económico, la modernización industrializadora ha cedido el paso a los modelos de mercado; el neoliberalismo ha implicado para América Latina la pérdida de su capacidad para forjar un nuevo proyecto nacional y regional.
Lo que para muchos autores resulta evidente es que aquello que caracterizaba a la situación política de los países latinoamericanos en los ochenta era un cierto desencanto con la modernización, con el papel del Estado y, principalmente, con un cierto estilo de hacer política. En la agenda democrática de América Latina comenzaban a aparecer las preocupaciones por los costos y logros de la democracia; por los derechos humanos; y por la re-interpretación de la heterogeneidad cultural, que brindarían a la propia modernidad una perspectiva de futuro. Los científicos sociales latinoamericanos eran conscientes, al finalizar la penúltima década del siglo XX, no sólo de las diferencias en términos de desarrollo, sino de las dificultades de conceptualizar correctamente los propios procesos de modernización; de la complejidad no sólo de las realidades peculiares sino también de la dificultad que implica haber sido formados en determinadas ideas y paradigmas, y constatar que no sirven o no son suficientes para entender la propia realidad.
En la década de los noventa las preocupaciones de los sociólogos de América Latina van a orientarse no sólo al desarrollo (económico, social, cultural, sustentable, con equidad) y a la modernización, sino también a re-pensar a la democracia como condición de la modernidad. El modelo económico de la década fue el neoliberal, surgido del "Consenso de Washington", mientras que en lo político se produjeron en general diversos procesos de transición a la democracia, o de consolidación democrática en algunos países.
La modernidad se la concibe crecientemente como resultado de la democratización. La democracia debía entenderse como algo más que el ejercicio de la representación política; debía implicar la extensión de las formas democráticas a los ámbitos económico y social y, por lo tanto, precisaba contar con un componente participativo y republicano (Nun, 1991; O´Donnell, 1999).
Por otra parte, se insiste en que uno de los problemas acuciantes de América Latina es la desigualdad, que crecía en lugar de disminuir. Por lo tanto, los estudios se dedicaron a analizar las relaciones de poder, las fuentes de la corrupción, y las luchas de la sociedad civil. El pensamiento sociológico (y político) de la década señala que "la democracia es primero". Lo cual quiere decir que el énfasis pasa de la modernización económica como requisito de la modernidad latinoamericana a la constatación del carácter imprescindible de la expansión de la democracia al conjunto de la sociedad. La democracia como sistema, no sólo como forma política. Los temas asociados son, por lo tanto, los de la inclusión-exclusión; los movimientos sociales; la expansión de derechos; y las dimensiones de la ciudadanía.
El periodo que comprende desde mediados de los años setenta a fines de los ochenta fue muy conflictivo para las sociedades y también para las ciencias sociales, aunque sobre todo lo fue para la sociología en América Latina. En varios países de la región existían dictaduras. Los procesos de transición democrática que las sucedieron fueron muy duros, y en otros países la consolidación de las formas representativas y participativas tampoco fue un proceso fácil.
Aunado a lo anterior, la situación institucional de las disciplinas también registró problemas: disminución del financiamiento a proyectos por parte de las agencias estatales; disminución de las matrículas en las universidades; y crisis teóricas diversas asociadas a la caducidad de las grandes narrativas propuestas por el estructural-funcionalismo y el marxismo. La reflexión por parte de los investigadores reflejó en cierta manera estas situaciones, pero a la vez la llamada "década perdida" para el desarrollo y la modernización de América Latina, debida a la crisis del modelo de desarrollo basado en la industrialización y la sustitución de importaciones, fue para ciertos autores también una "década perdida" en cuanto a la investigación sociológica, mientras que para otros constituyó para la disciplina sociológica una oportunidad de revisión crítica y, a la vez, de construcción de las bases para el desarrollo de nuevos enfoques, conceptos y temáticas. En México, por ejemplo, junto con la pérdida de influencia del marxismo académico se abrieron espacios para la discusión de otras corrientes teóricas, y se fundaron revistas especializadas que abrieron las posibilidades de debate a un rango más amplio de problemas (Girola y Zabludovsky, 1992).
El estudio de los procesos de modernización, una problemática constante en la sociología latinoamericana, se enfocó en ese periodo a la reflexión acerca de las características de la modernidad; los cambios y crisis que ésta supone y, sobre todo, a la viabilidad del proyecto moderno en América Latina.
El debate acerca de la modernidad, sus crisis y la posmodernidad se dio en América Latina, en sus inicios, como glosa y comentario de los textos de autores europeos como Habermas, Giddens, Marshall, Berman y Touraine, para citar sólo a unos cuantos.3 Sin embargo, la reflexión también se extendió en el ámbito latinoamericano como resultado de las propuestas generadas, entre otras instituciones, por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Por ejemplo, en un libro de 1988 diversos autores plantean las relaciones entre la modernización latinoamericana (trunca y corta, pero fuerte y brutal, a decir de Fernando Calderón), la modernidad como proyecto sociocultural y experiencia vital, y la posmodernidad, reconociendo las diferencias del desarrollo entre las metrópolis y sus formas locales (Calderón, 1988).
En cuanto al modelo económico, la modernización industrializadora ha cedido el paso a los modelos de mercado; el neoliberalismo ha implicado para América Latina la pérdida de su capacidad para forjar un nuevo proyecto nacional y regional.
Lo que para muchos autores resulta evidente es que aquello que caracterizaba a la situación política de los países latinoamericanos en los ochenta era un cierto desencanto con la modernización, con el papel del Estado y, principalmente, con un cierto estilo de hacer política. En la agenda democrática de América Latina comenzaban a aparecer las preocupaciones por los costos y logros de la democracia; por los derechos humanos; y por la re-interpretación de la heterogeneidad cultural, que brindarían a la propia modernidad una perspectiva de futuro. Los científicos sociales latinoamericanos eran conscientes, al finalizar la penúltima década del siglo XX, no sólo de las diferencias en términos de desarrollo, sino de las dificultades de conceptualizar correctamente los propios procesos de modernización; de la complejidad no sólo de las realidades peculiares sino también de la dificultad que implica haber sido formados en determinadas ideas y paradigmas, y constatar que no sirven o no son suficientes para entender la propia realidad.
En la década de los noventa las preocupaciones de los sociólogos de América Latina van a orientarse no sólo al desarrollo (económico, social, cultural, sustentable, con equidad) y a la modernización, sino también a re-pensar a la democracia como condición de la modernidad. El modelo económico de la década fue el neoliberal, surgido del "Consenso de Washington", mientras que en lo político se produjeron en general diversos procesos de transición a la democracia, o de consolidación democrática en algunos países.
A la modernidad se la concibe crecientemente como resultado de la democratización. La democracia debía entenderse como algo más que el ejercicio de la representación política; debía implicar la extensión de las formas democráticas a los ámbitos económico y social y, por lo tanto, precisaba contar con un componente participativo y republicano (Nun, 1991; O´Donnell, 1999).
Fue en esta década que aparecieron los primeros estudios sobre globalización en América Latina, primero en su faceta ligada a la expansión económica, y luego en relación con temáticas culturales y de la sociedad de la información (véase, por ejemplo, la revista Desarrollo económico correspondiente a la década).
Migración del campo a la ciudad
Por otra parte, se insiste en que uno de los problemas acuciantes de América Latina es la desigualdad, que crecía en lugar de disminuir. Por lo tanto, los estudios se dedicaron a analizar las relaciones de poder, las fuentes de la corrupción, y las luchas de la sociedad civil. El pensamiento sociológico (y político) de la década señala que "la democracia es primero". Lo cual quiere decir que el énfasis pasa de la modernización económica como requisito de la modernidad latinoamericana a la constatación del carácter imprescindible de la expansión de la democracia al conjunto de la sociedad. La democracia como sistema, no sólo como forma política. Los temas asociados son, por lo tanto, los de la inclusión-exclusión; los movimientos sociales; la expansión de derechos; y las dimensiones de la ciudadanía.
Las décadas de los cincuenta, sesenta y parte de la de los setenta del siglo pasado constituyeron un periodo en el que las sociedades latinoamericanas apostaban por el proceso de industrialización y el crecimiento del mercado interno. Ese fue el momento en el que la sociología, sobre todo en los países más grandes del continente, se institucionalizó y profesionalizó. La disciplina vivió una era de expansión, porque se fundaron carreras e institutos en la mayoría de los países, la matrícula de estudiantes creció notoriamente en relación con años anteriores, y los investigadores más destacados formularon interpretaciones acerca de la realidad latinoamericana y sus posibilidades de desarrollo que les sirvieron en gran medida como orientación a los gobiernos y a diversos organismos públicos y privados. Los temas predominantes eran el desarrollo, el crecimiento y el análisis de los procesos de urbanización, secularización, e incorporación a la política de sectores hasta ese momento marginados o excluidos.
Desde fines de los setenta y durante los ochenta, las ciencias sociales latinoamericanas, y específicamente la sociología, se enfrentaban con la necesidad de analizar y explicar el surgimiento de las dictaduras en varios países latinoamericanos, y el difícil camino hacia la democratización en otros, en un marco de crisis económica que llevó a los investigadores a hablar de la "década perdida" para la modernización de América Latina. Junto con lo anterior, la situación en el campo disciplinar tampoco era fácil. Al menos en la sociología, la llamada "crisis de los paradigmas", que hacía referencia al fracaso de ciertas teorías (el estructural-funcionalismo y el marxismo) para explicar la realidad latinoamericana, aunada al descenso en el financiamiento de las investigaciones por parte de los gobiernos de la región, y a un aparentemente menor peso de las opiniones de los expertos de la academia, condujeron a una situación en la que comenzó a disminuir el interés de los jóvenes por la carrera y, por lo tanto, se produjo un decremento en las matrículas en las universidades. La posibilidad de la modernización de América Latina, interrumpida, frágil y siempre amenazada, empezó a concebirse por los científicos sociales de la región como estrechamente unida al logro de la democratización de los países del área. A fines de los ochenta la discusión sobre la modernización se transformó en la polémica acerca de la modernidad, sus rasgos distintivos, sus tiempos, sus crisis y, con ello, emergió el cuestionamiento a las grandes narrativas y mitos que la acompañaron; fue el momento principal del debate sobre la posmodernidad.
En los años noventa, la idea de que América Latina estaba viviendo una modernidad peculiar con aspectos alternativos a los modelos de Occidente era aceptada por muchos investigadores al tiempo que comienzan a estudiarse los signos de la globalización, tanto económica como cultural. Los investigadores de muchas universidades latinoamericanas centran su atención en los procesos que pueden conducir a la democracia, así como en los efectos perversos que estos procesos pueden implicar.
En lo que va del siglo XXI nuevamente encontramos cambios en cuanto a la concepción de la modernización, el desarrollo, la modernidad y la posmodernidad y en relación con los efectos de la globalización en América Latina.
Este trabajo se propone mostrar los contenidos cambiantes de los conceptos, las preocupaciones temáticas predominantes, y las continuidades y rupturas en las maneras de concebir los procesos de modernización, que han sido propuestas por los científicos sociales latinoamericanos como una forma de entender las distintas perspectivas con respecto a los problemas acuciantes para la región, así como la conformación de escenarios alternativos y perspectivas a futuro que las disciplinas han formulado.Asimismo, no se puede negar que los censos se han convertido también en herramientas para la mercadotecnia y el consumo. Con esta información se establecen las estimaciones sobre el número de consumidores potenciales, sus perfiles, y las estructuras etarias. Los censos permiten obtener los llamados demographics de un negocio, por ejemplo, para el establecimiento de un centro comercial o un desarrollo inmobiliario de gran tamaño, sólo por mencionar algunos. Así, los datos poblacionales son más usados por las instituciones financieras y las agencias de mercadotecnia, donde la población no es vista como personas sino como consumidores. Desde esta perspectiva la hiperconcentración de la población favorece el consumo de una economía basada en la acumulación de unos pocos, y el consumo creciente de todos. Pero cuando el consumidor pierde su capacidad de consumir es relegado y sustituido. Esto sucede con la población que pierde su empleo así la población crece más y a la par el número de pobres, mientras que la desigualdad socioeconómica se incrementa y la incertidumbre es la regla de nuestras vidas. Por lo tanto, no sólo es necesario observar volúmenes o tasas de crecimiento sino entender sus causas y sus efectos. Lo que puede ser entendido desde la crítica a la economía neoliberal o de riesgo como ha sido denominada por Ulrich Beck.
La medición de la migración
No es posible ignorar que la tecnología ha dado lugar a que los censos sean más accesibles. Hasta antes de 1990 había que esperar varios años para tener información censal a nivel general. Hoy en México contamos con toda una serie de datos demográficos muy importantes y con gran rapidez. A partir de 1990 contamos con registros libres, de acceso por internet, a nivel de entidad federativa, y en algunos casos, con representación municipal, de los censos, las encuestas en hogares. En particular, la Encuesta Intercensal 2015 tiene una disponibilidad de información que nos permite hacer investigaciones mucho más detalladas y pertinentes. No obstante, el tema de la migración tiene muchas dificultades para su medición precisa por distintas razones como por ejemplo: por omisión de declaración, por la forma de captación y su desagregación en las diversas fuentes de información, así como porque las personas no están obligadas legalmente a informar sobre sus movimientos residenciales al interior del país. La migración es un tema sumamente amplio y con diversas aristas. No obstante, en este artículo nos concentramos en la perspectiva de investigación demográfica. Desde esta perspectiva sólo hay dos opciones para medir la migración: el lugar de nacimiento o el lugar de residencia hace cinco años, y no los viajes continuos, los viajes de trabajo o las personas que viven en una ciudad pero trabajan en otra. Estas dos preguntas captan los grandes volúmenes pero no siempre toda la diversidad de movimientos poblacionales ni sus particularidades. Con la flexibilización del empleo y la subcontratación, es decir, la precarización del empleo en la economía del riesgo descrita por Ulrich Beck (1997), la movilidad se ha vuelto una exigencia.
También la ciudad de la sociedad del riesgo (Beck, 1997) ha dado las únicas oportunidades de alcanzar el crédito para una vivienda en las periferias de las zonas metropolitanas, lo cual en ocasiones significa el cambio de residencia y la movilidad intramunicipal o interestatal. Esto sucede de manera muy notable en el Estado de México, no obstante, esto no siempre se puede medir con precisión, pero la información que sí nos aportan los censos es una manifestación de los cambios de la población total, en las tasas de crecimiento muy aceleradas, lo cual se considera cuando las tasas son mayores a dos por ciento.
El crecimiento de la población total del Estado de México
Después del año 1975 se inició la desaceleración del crecimiento de la población a nivel nacional. En contra sentido, desde la década de 1970, la población del Estado de México ha tenido la etapa de crecimiento del volumen poblacional con niveles realmente grandes.
En 1960, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda había 1.9 millones de habitantes. En 1990 este número alcanzó los 9.8 millones y para el 2015 fue de 16.2 millones. Esto es, 14.4 millones de diferencia en sólo 55 años. Por esto es fácil conocer muchas personas que han vivido —posiblemente sería mejor decir sufrido— el cambio y la masificación del Estado de México (véase Tabla 2).
La población del Estado de México continúa creciendo, si bien a velocidades menos aceleradas, crece de manera considerable. Cada día este crecimiento es en promedio de más de 500 personas. Como ya se mencionó antes, en tiempos remotos una población grande implicaba un gran poderío material, económico y una garantía para la guerra; además, una ciudad grande implicaba una gran experiencia de vida y de inigualables ventajas. Las primeras grandes ciudades permitían la movilidad social y daban la impresión de ser espacios de oportunidades ilimitadas tanto para los nacidos en ellas como para los inmigrantes. Ahora, de forma contraria, no sólo nos enfrentamos a la relación problemática entre el crecimiento de la población y el crecimiento de los bienes (la perspectiva malthusiana o neomathusiana) y a la distribución de esos bienes (la perspectiva socialista). Hoy el debate puede ser sobre la repartición de los riesgos (la perspectiva de la segunda modernidad), en donde por ejemplo el desarrollo de la ciencia y la tecnología propician la automatización y el crecimiento de un enorme ejercito industrial de reserva, es decir, una población que no tiene cabida en las actividades de la economía, y si acaso se logra incorporar en las actividades económicas esto es de manera parcial y principalmente en condiciones precarias y/o informales.
Diferencias entre el campo y la ciudad
La diferencias entre el campo y la ciudad son muchas, pero decidir vivir en un lugar u otro depende de las necesidades de la persona y qué es lo que busca en su vida. Ahora bien, ¿cuáles son las diferencias entre estos dos entornos? A continuación puedes encontrar la respuesta a esta pregunta.
1. Acceso a la sanidad
Si bien es cierto que en el campo es posible llevar una vida saludable (con alimentos frescos), lejos del sedentarismo, también es cierto que hay menor acceso a los servicios médicos complejos, necesarios. Por ejemplo, cuando una persona debe ser operada de urgencia.
2. Infraestructuras
Como he comentado, gran parte de la economía de un país se encuentra en las ciudades y, por tanto, también las inversiones en infraestructura, las redes de transporte, etc. En el campo, en cambio, la vida es más pacífica y existen otras necesidades.
3. Educación
La educación en las ciudades es diferente a la del campo. Si pensamos en una metrópolis, podemos imaginar grandes campus universitarios, que pretenden cubrir las necesidades laborales de ese contexto.
4. Tranquilidad
El campo es un lugar mucho más tranquilo que la ciudad, no solo por la cantidad de habitantes, sino también en por el estilo de vida, mucho más relajado y en el que se está continuamente en contacto con la naturaleza.
5. Contacto con la naturaleza
Por tanto, existe mayor vegetación, es posible respirar aire fresco, comer alimentos frescos recién extraídos del huerto y las granjas.
6. Sociedad y valores
En las grandes ciudades suele predominar la influencia capitalista, que suele generar fenómenos psicológicos y sociales distintos a los del campo. La persona suele sentirse más como un objeto que como un sujeto, con predominio de la sensación de anonimato, y el ritmo de vida ajetreado y la influencia del capitalismo suele provocar lazos afectivos más superficiales.
Puesto que en el campo el ritmo de vida es más pausado, las personas suelen reconocerse como seres únicos, que conectan con su identidad, la de los demás y la naturaleza
7. Oportunidades de empleo
El desarrollo de la industria y la tecnología hace que en las ciudades haya mayor demanda de empleo. En cuanto a los niveles de producción, en el campo predomina el sector primario, y en la ciudad el sector terciario, aunque en los últimos tiempos también tiene una gran importancia el sector cuaternario.
Artículo relacionado: "Las 10 preguntas más comunes en una entrevista de trabajo (y cómo enfrentarse a ellas)"
8. Paisaje
El paisaje es muy diferente entre el campo y la ciudad. En el campo predomina el verde mientras que en la ciudad es posible ver grandes edificios, comercios, transporte…
9. Contaminación
Vivir en la ciudad también conlleva respirar mayores niveles de contaminación que en el campo, donde el aire es mucho más puro y beneficioso para la salud.
10. Densidad de población
La densidad de población es mucho mayor en las ciudades que en el campo. En el campo hay menos habitantes y viven de forma más dispersa.
11. Arte, cultura y ocio
Las ciudades son grandes alternativas de arte, cultura y ocio, por lo que es posible realizar muchas actividades divertidas relacionadas con iniciativas grupales a diferencia del campo, que es un lugar más tranquilo y en el que es posible encontrar la relajación tanto física como mental.
Cambios sufridos entre 1950 y 1980.
La economía es considerada como uno de los principales motores de diversos procesos productivos a nivel mundial. Se encarga de la administración de aspectos financieros. Es una disciplina social que tuvo sus inicios desde tiempos remotos, con el objetivo de satisfacer las necesidades monetarias de las poblaciones.
El nacimiento de la economía se da cuando los primeros nómadas buscaban métodos para contar los alimentos que encontraban a su paso. Después, con el sedentarismo, la economía comenzó a tomar diversos caminos, uno de ellos, la economía productora, para dar inicio a las primeras formas de comercio.
Historia de la economía en México
La historia de la economía en México empezó su proceso durante el periodo de industrialización, en el año de 1935 hasta 1970. En este periodo, se pensó en incautar un método estructurado que favoreciera las necesidades básicas a partir de recursos escasos.
En el año 1940 en México, ocurrió lo que se conoce como milagro mexicano. Considerada también como la etapa de crecimiento social, puesto que la modernidad y las industrias propiciaron la producción de recursos que facilitaban la vida cotidiana.
Durante la segunda guerra mundial se dio un gran estímulo a la economía mexicana. El periodo que abarca de 1940 a 1956, se caracterizó por el constante crecimiento de las industrias.
En ese momento, México era gobernado por el presidente Ávila Camacho, quien ayudó a consolidar el mercado interno. Años más tarde, con el desarrollo estabilizador durante la toma de posesión de Adolfo Ruíz Cortines y Gustavo Díaz Ordaz, se mencionaba un nuevo tema, el producto interno bruto.
Se pensaba que el desarrollo estabilizador se encargaría de promover ideas. Se buscaba tener un nivel de vida alto en la población, que el ingreso nacional aumentara y que se diversificaran las actividades productivas por medio de la economía, al igual que un desarrollo regional equilibrado.
Durante 1950 y 1970 se mantuvo un crecimiento basado en el mercado, pero hubo quejas respecto a este tipo de economía pues los beneficios tardaban en llegar a los más pobres, entonces había desigualdad en el país.
Para el sexenio de Echeverría se buscó incrementar el gasto público, los gastos que mantenía el gobierno, colapsaron y la moneda se devaluó. Se gastaba más de lo que el gobierno tenía, por lo cual la deuda externa se incrementó.
Actualmente la economía de México se basa en libre exportación con una mezcla de distintas industrias. En cuanto a la agricultura, las formas de trabajo buscan modernizarse para lograr que se promuevan nuevos retos de desarrollo e inversión.
https://www.utel.edu.mx/blog/10-consejos-para/la-economia-mexicana-en-los-anos-50-breve-historia/
https://psicologiaymente.com/miscelanea/diferencias-campo-ciudad
https://www.redalyc.org/jatsRepo/112/11257722006/html/index.html
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-01732008000200002https://www.google.com/search?
q=modernizaci%C3%B3n+entre+los+a%C3%B1os+1950+y+1980+en+m%C3%A9xico&oq=moder&aqs=chrome.2.69i57j35i39j0i67j46i131i433j69i61.3025j0j4&client=ms-android-huawei&sourceid=chrome-mobile&ie=UTF-8
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